jueves, febrero 23, 2006

La depresión: Comparación entre la Gestalt y otros puntos de vista

La depresión: Comparación entre la Gestalt y otros puntos de vista
Gary Michael Tyson & Lillian Miller Range
Artículo publicado en The Gestalt Journal, Vol. IV, No. 1. Traducción de Manuel Sorando Martínez, psicólogo psicoterapeuta.

Durante los últimos años ha habido un creciente interés por las teorías y el tratamiento de la depresión. Este interés es el resultado de la incidencia de la depresión clínica que, de acuerdo con un informe especial sobre la depresión llevado a cabo por el NIMH (*1) (1973), ha empezado a rivalizar con la esquizofrenia, en todo el país, como el problema mental más importante y de más incidencia.El propósito de este artículo es establecer las similitudes y diferencias entre la teoría de la Gestalt y el tratamiento que ésta aplica y otras formas de teoría y tratamiento de la depresión.

Existen diferentes teorías acerca de la depresión. La teoría del psicoanálisis tradicionalmente ha contemplado la depresión como la agresión hacia un objeto interiorizado con un significado ambivalente (Freud, 1917). Recientemente, otras teorías más avanzadas ven la depresión como el reflejo de: (a) un problema cognitivo (Beck, 1974); (b) indefensión aprendida o de no contingencia (Abramson, Seligman & Teasdale, 1978; Seligman, 1974); (c) paradigmas de la extinción (Ferster, 1974; Lazarus, 1968; Lewinshon, 1974); (d) un fracaso en la autorregulación (Mathews, 1977); (e) relaciones interpersonales ineficaces (Coyne, 1976; Salzman, 1974); o (f) una protección contra los efectos normales del desamparo o la desesperanza (Benton,1972).

En la teoría de la Gestalt, la neurosis (de la que la depresión podría constituir un aspecto) puede ser conceptualizada en términos de lo que Perls llamó “el perro de arriba y el perro de abajo”, escisión de la personalidad en la que el individuo fracasa en la resolución, o no es totalmente consciente, del conflicto planteado entre dos componentes diametralmente opuestos de su personalidad. Estos componentes representan actitudes introyectadas y creencias que le fueron impuestas al individuo durante su primera infancia y que fueron aceptadas sin crítica por él. En una persona deprimida neuróticamente, uno de los componentes de la personalidad estaría representado por una conciencia o superego muy severo (el perro de arriba), que sería el resultado de un entorno que originalmente impuso sus preceptos al individuo bajo las amenazas del castigo, retirada de afecto, etc. Por tanto, el individuo interioriza estos preceptos (ambientales) en la forma de una conciencia que asume la función de vigilar que la persona piense y se comporte como “debe”. La agresión desplazada es proyectada hacia la conciencia del individuo, y la propia persona, en esencia, es la creadora de su propio “dictador” interno. (Ward & Rouzer, 1974, p. 25)

Sin embargo, en contraste con la naturaleza autoritaria del “perro de arriba”, el segundo componente de la personalidad (el perro de abajo) representa actitudes y creencias que hacen referencia al supuesto desamparo, incompetencia y falta de adecuación del individuo. Así, sin la plena conciencia de este conflicto, el neurótico fracciona su personalidad entre lo que debería hacer y lo que hace, entre el amo y el esclavo, entre el agresor y la víctima. El neurótico se manipula a sí mismo y a los demás, a través de la expresión alternada y la proyección de estas polaridades. Sin embargo, debido a que ninguna de estas partes es expresada o experimentada completamente, el conflicto queda sin resolver y, por tanto, se prolonga como algo inacabado. En consecuencia, el individuo neurótico continua siendo el objetivo de su propia agresión.

El mismo Perls (1976) reconoció la similitud del punto de vista de la Gestalt respecto a la depresión, con el del psicoanálisis. Los autores psicoanalíticos (como Chadoff, 1974), al observar la dependencia de la persona depresiva respecto de otros para el mantenimiento de la autoestima, anotaron que [las personas depresivas] emplean varias técnicas -la sumisión, la manipulación, la coerción, la lástima, la súplica, la conciliación- para mantener estas relaciones, que necesitan desesperadamente y son esencialmente ambivalentes, con los objetos externos o interiorizados de sus requerimientos (p. 94).

Estas observaciones son sorprendentemente parecidas al contenido y estilo de la lucha entre las polaridades de ”el perro de arriba” y el “perro de abajo”, y son consistentes con las aserciones de la teoría de la Gestalt en cuanto a que la persona neurótica manipula, tanto a sí mismo como a su entorno y a los demás, más que experimentar y reconocer sus necesidades de una manera directa. Un autor psicoanalista (Dorpat, 1977) observó que la aparente contradicción en el individuo enfermo por depresión entre la omnipotencia y actitudes de desamparo y desesperanza, queda parcialmente explicada por el fraccionamiento del ego. La organización del ego respecto a sentimientos y actitudes de desamparo y desesperanza es mantenida rígidamente por separado de aquella otra organización referida a las ideas de omnipotencia que tiene el sujeto, de la importancia que le da a los objetos o de ambas al mismo tiempo (pp. 23-24).

Mientras que las teorías de la Gestalt y el psicoanálisis referidas a los orígenes de la depresión son bastante parecidas, sin embargo las estrategias para su tratamiento son muy diferentes. El psicoanálisis es un enfoque esencialmente del “allí y entonces” acentuando la exploración en la memoria precoz como inductora de la ansiedad. En el otro lado, la Terapia Gestalt es un enfoque del “aquí y ahora”, que hace hincapié en la toma de conciencia de la forma en que el individuo evita su propia y plena experiencia del momento (Naranjo, 1970). Este enfoque subraya la confianza en la sabiduría inherente del propio organismo y en su capacidad de autorregulación. (Polster & Polster, 1973). Por el contrario, el enfoque psicoanalítico enfatiza la naturaleza inconstante, tanto del id como del superego, y la habitual debilidad del superego para controlarlos. Ambos enfoques poseen en común la tendencia a indagar en busca de los sentimientos de agresión que subyacen en la exteriorización de la depresión.

También existen paralelismos entre la visión de la depresión por parte de la Gestalt y las observaciones de autores de otras convicciones filosóficas. Por ejemplo, la teoría cognitiva de Beck (1974) establece que la depresión es la evidencia de los problemas cognitivos que tiene el sujeto en la evaluación de si mismo, de su mundo y de su futuro (triada cognitiva). La naturaleza de los problemas de la persona depresiva en esta triada, según Beck, está relacionada con un pensamiento extremo y de términos absolutos, con el establecimiento de objetivos rígidos y perfeccionistas. Además, cuando fracasa en alcanzar esos objetivos, “la tendencia depresiva del individuo tiende a culpar de la causa del hecho adverso a alguna deficiencia presente en sí mismo” (p. 9), tendiendo a contemplar este presunta deficiencia en términos exagerados, y empleándose en una excesiva autocrítica acerca de las causas de estas deficiencias asumidas.

La teoría de Beck establece que la depresión no es un desorden afectivo, como podría parecer a primera vista, sino un problema cognitivo. El tratamiento, por tanto ha de llevarse a cabo a ese nivel, a través de una reestructuración del pensamiento erróneo del individuo. La teoría de la depresión de Beck, al igual que lo expresado por la Gestalt, propone el auto apoyo en lugar del apoyo ambiental. En términos de la Gestalt, la persona neurótica deprimida necesita apoyo de su entorno, y con tal de obtener este indispensable soporte, utiliza toda suerte de manipulaciones neuróticas incluyendo (a) negación de aspectos del sí mismo (Carmer & Rouzer, 1974), (b) dependencia de otros (Thorne, 1974), (c) rigidez (Ward & Rouzer, 1974), y (d) la creencia de que le ocurrirán las cosas más terribles si no consigue apoyo del exterior (Hartman & Narboe, 1974). La estrategia de tratamiento que se desarrolla a partir de este punto de vista, pasa por la “frustración creativa” de estos esfuerzos neuróticos, con el fin de llegar al auto apoyo (Levin & Sephard, 1974; Smith, 1978). Los diferentes puntos de vista tienen en común su aspiración hacia una actitud más realista y de aceptación del self, junto con el enfoque de Beck, de estilo más autoritario.

Posteriormente, Beck establece que una razón por la que el individuo tendente a la depresión desarrolla estas cogniciones erróneas, en primer lugar, está causada por la experiencia de una gran pérdida, en el momento en que ésta resulta abrumadora para la persona. Esta formulación es muy parecida al concepto de asunto inacabado que preconiza la Gestalt. Los modelos, no obstante, discrepan en este punto en lo referente al tratamiento. El trabajo desde la Gestalt implica “trabajar con” la plena expresión de las emociones de la situación inacabada, con el fin de facilitar una resolución más integradora del asunto (Dublin, 1978). El acercamiento cognitivo de Beck, deja de lado la expresión de los aspectos emocionales del tratamiento y se centra en el intelecto o sistema de creencias del individuo, tratando de reestructurar el pensamiento del sujeto de forma más adecuada.

Otro popular modelo de depresión mantiene que la esencia de la depresión reside en que el paciente depresivo ha aprendido o cree que no puede controlar aquellos elementos de su vida que le previenen del sufrimiento o que son gratificantes para él. Resumidamente, cree que es ineficaz (Seligman, 1974, p. 98)

Así pues, en su forma original, el modelo de Seligman se centra casi exclusivamente en el componente de la personalidad llamado “perro de abajo”. Una revisión posterior (Abramson, Seligman & Teasdale, 1978) añade un aspecto importante de la teoría de la atribución, diciendo que la persona depresiva debe atribuir su ineficacia a algún aspecto de sí mismo. Debe creer que la culpa de su incompetencia la tiene él mismo. El tratamiento, en la teoría de Seligman, se centra esencialmente en el comportamiento,(a) enseñando al individuo a discriminar entre aquella situación en la que fue incompetente y aquellas otras en las que no lo fue, y (b) haciendo que la persona experimente su propia eficacia.

El concepto de la Gestalt sobre la aptitud personal está directamente relacionado con el modelo de Seligman. En la teoría de la Gestalt, el individuo neurótico no puede entrar en contacto o es incapaz de utilizar su propia energía. Por tanto el tratamiento consistirá en ayudar al paciente a volver a entrar en contacto, o controlar, sus capacidades personales

La persona puede experimentar, bien tener el control de su potencialidad (ser apto), o no poseer ese control (depresivo). El tratamiento en ambos acercamientos está basado en la experiencia personal de la situación y no en la realidad externa de la misma.

Las teorías del comportamiento sobre la depresión señalan que ésta es el resultado de (a) una reducción en el refuerzo de determinadas conductas (Ferster, 1974), (b) la escasa disponibilidad de refuerzos apropiados (Lewinsohn, 1974), o (c) la perdida de efectividad de los refuerzos disponibles (Lazarus, 1968). El concepto de la Gestalt de asuntos inconclusos se hace aquí imprescindible. Estos asuntos inconclusos hacen uso de las reservas de energía del organismo, por lo que el individuo (a) dispone de menos energía para conseguir refuerzos apropiados por su conducta, (b) no tiene la capacidad suficiente para seleccionar de forma efectiva y eficiente un entorno favorable a su conducta, o (c) no puede experimentar apropiadamente los refuerzos del entorno que si se encuentran presentes (por lo que estos refuerzos parecerán poco eficientes o inadecuados).

El tratamiento del comportamiento depresivo, consiste típicamente en restablecer en la persona la elaboración de conductas que proporcionen refuerzo adecuado. El tratamiento desde la Gestalt consiste en intensificar la toma de conciencia del presente de la persona depresiva (Polster, 1966), y su flexibilidad para manejar este presente (Knopp, 1974). Por tanto, el enfoque de la Gestalt adjudica más responsabilidad al individuo y más confianza en su inherente capacidad para ayudarse.

La teoría de la Gestalt comparte con el modelo de autorregulación de la depresión la hipótesis de que los humanos funcionamos de acuerdo al principio de homeoestaticidad. El modelo de la autorregulación mantiene que cuando una cadena comportamental no se completa convenientemente,todos los organismos pasan por las fases de autorevisión, autoevaluación, y autorrefuerzo. Para el individuo depresivo, sin embargo, las autoevaluaciones tienden a ser excesivamente inflexibles y los autorrefuerzos claramente inadecuados. Por tanto, la natural autorregulación del organismo queda obstruida. El punto de vista de la Gestalt es que el neurótico no permite que pueda tener lugar el proceso natural de contacto y retirada, por lo que mantiene el contacto cuando necesita retirarse, o se retira cuando necesita el contacto (Perls, 1978). El tratamiento desde la Gestalt anima al paciente a escuchar su propio proceso natural.

Salzman (1974) y Coyne (1976) hacen hincapié en los aspectos interpersonales de la depresión. Salzman (1974) afirmó que la depresión tiene lugar cuando el individuo siente que “ha perdido la estima y la buena disposición de los demás porque ha fracasado en vivir de acuerdo con sus ideales y objetivos perfeccionistas” (p.50). El contenido de la depresión, sugiere, “consiste en una variedad de dispositivos de coacción, exigencia, suplica, y extorsión, que procuran obligar a retornar al objeto o valor perdido” (P. 50). Ya se ha comentado antes que los individuos neuróticos depresivos, de acuerdo con la teoría de la Gestalt, manipulan a los demás como a sí mismos, y tratan de comprometer a amigos, familiares, o al terapeuta para que interpreten unos u otros aspectos de si mismos (más a menudo con las peculiaridades del “perro de arriba”), a través de la manipulación y/ o proyectando características de esos componentes (Perls, 1973). Como indicaba Coyne (1976), la persona depresiva “es capaz de comprometer a los demás en su entorno de tal manera que se pierde cualquier apoyo y se elicitan los mensajes depresivos” (p. 29). En términos de la Gestalt, la persona depresiva ha aprendido con eficacia cómo emplear los aspectos del “perro de arriba” del entorno, para poder adoptar la polaridad del “perro de abajo”. Esta práctica justifica el apoyo en el entorno mientras que obstaculiza el desarrollo de la propia autoayuda y, como consecuencia, impide que pueda ocurrir un cambio.

Salzman y Coyne no argumentan sobre el proceso. La Terapia Gestalt se basa en el procedimiento, subrayando la importancia, paradójicamente, de alentar a la persona a ser lo que realmente es (Beisser, 1970). Por tanto, mientras que el cambio no es el objetivo inmediato, esta orientación permite al individuo atenderse y hacerse cargo de si mismo, una actitud que, a menudo, es la causa de notables cambios.

Finalmente, también existen paralelismos entre la formulación de la Gestalt y la postura adoptada por Benton (1962), quien sugirió que la depresión podría representar un intento por parte del individuo de defenderse de la experiencia o de reexperimentar la perdida y la aflicción. El “juego de la depresión” , decía Perls (1970), tiene lugar en la capa del “como si” de la neurosis, donde nuestro miedo al dolor y a la desesperanza nos disuade de tener la experiencia y de expresar emociones más sinceras y genuinas. Estas posturas parecen bastante afines. El tratamiento en ambos casos conlleva facilitar en el paciente la plena experiencia de estos sentimientos.

La revisión en la búsqueda de tratamientos nos hace concluir que, mientras varias de las aproximaciones han tenido éxito reduciendo la depresión, aquellas que han obtenido un mayor triunfo, incluyen (a) la corrección de las distorsiones cognitivas, (b) la modificación de patrones de interacción social, o (c) la experiencia y/ o expresión de la emoción. Los terapeutas Gestalt pueden afirmar que la plena integración de la personalidad, que es el objetivo de la Terapia Gestalt, incluye todos estos componentes.
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(*1) National Institute of Mental Health. Organo oficial de la Administración norteamericana para las enfermedades mentales. (N. del T.)
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Referencias bibliográficas:

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Notas sobre Historia de la Gestalt en Chile

Notas sobre Historia de la Gestalt en Chile
Todo comienza a fines de los 60 cuando Claudio Naranjo hace un grupo en la Clìnica Psiquiátrica de la Universidad de Chile con los médicos que trabajaban ahí – y otras personas. Este grupo lo hacía con un enfoque novedoso para Chile que provenía de lo que había aprendido en su estadía en Esalen donde era discípulo de Fritz Perls – (de quien tuvo su primera noticia años por un tío chileno quien era de los firmantes de la Acta Constitutiva de la Naciones Unidas – y como tal recibía muchos libros de editores estadounidenses. Uno de ellos fue el Gestalt Therapy, de Perls, Hefferline y Goodman – y como tenía un sobrino médico recién titutado e interesado en la psiquiatría, psicoterapia y antropología – se lo mandó.
Cuando Claudio dejó Chile para establecerse en California- dejó a su grupo en manos de Adriana Schnake, joven y brillante psiquiatra – profesora y directora a la sazón del pabellón de hombres de la Clínica Psiquiátrica Universitaria.
Yo llegué en esa época de lo EEUU y me acerqué a la Clínica porque quería trabajar con gente y en mi país – y en psicoterapia, luego de mi estancia de casi 10 años en los EEUU como investigador científico en NeuroCiencias. En ese momento el grupo de investigadores en psicoterapia leía con dificultad apuntes de Gestalt en inglés. Yo me puse a traducirles – y por ahí me fui adentrando e interesando en este enfoque.
Concomitante a eso, Claudio había dejado un vivo interés por las drogas psicodélicas como herramienta psicoterapéutica que eran estudiadas en el grupo de Antropología Clínica del Prof. Franz Hoffman (esposo de Lola Hoffman). La Gestalt y algunas de estas sustancias iban muy bien juntas – se aceleraba el proceso y se llegaban a estados alterados transitorios que ayudaban al paciente y al terapeuta llegar al núcleo del conflicto. Varias de estas sustancias habían sido traídas por Claudio de la región Amazónica del Perú en mezclas de Yagé, etc.(Ibogaína, Harmalina) En esa época se sintetizaron y ensayaron los primeros derivados de la anfetamina, MDA, MMDA. Su sintetizador fue Bruce Cassel químico orgánico argentino que trabajaba en la Universidad Técnica del Estado. Todos o casi todos los que estábamos en la Clínica nos sometimos a sesiones con estas sustancias individuales – y en grupo– era parte de la formación informal como terapeutas.
II Desde esa época Nana Schnake comienza a hace grupos terapéuticos semanales con orientación Gestaltica. Uno de sus pacientes viajó a la EEUU con el encargo de traerme el libro de Gestalt Therapy de Perls, Hefferline y Goodman, (publicado en español en España recién en 2002 como parte del los libros del CTP) pero se equivocó y trajo Gestalt Therapy Verbatim, de Fritz – que nos pareció tan claro y didáctico que de inmediato escribí a los editores recibiendo de vuelta una carta tan amable y generosa que se inició una larga amistad con los editores de Real People Press ( Editorial Gente de Verdad, una pequeña editorial metida entre las montañas de UTA)– ellos eran John Stevens y su madre, Barry Stevens.
De ese momento se inició la idea de traducir y publicar a Fritz Perls en español libro que apareció en 1974 bajo el título de Sueños y Existencia que fue un especie de éxito inmediato con lo cual comienza Editorial Cuatro Vientos. Este detalle no menor de habernos traído otro libro en lugar del que encargamos hizo que la Gestalt en español comenzar directamente con lo que se ha dado en llamar la Gestalt de la Costa Pacífico versus la Gestalt de la Costa Este –, la primera la Gestalt depurada y un tanto espectacular que Fritz enseñaba en Esalen, versus la segunda, la Gestalt más pausada y reflexiva que se enseñaba en el Instituto Gestalt de Nueva York con Laura Perls, Paul Goodman e Isadore Fromm. Esta división aun está presente sobre todo en Europa- y creo que ha servido para enriquecer el legado de los fundadores.
En 1972 habíamos recibimos en Chile la visita de Barry Stevens por unos meses quien había estado en la Comunidad Terapéutica de Fritz Perls en Cowitchan, Canadá y antes en Esalen junto a su hijo John. Ella nos mostró varias películas de Fritz trabajando en Esalen, películas que fueron mostradas en dos o tres escuelas de psicología – la de la Universidad de Chile y Católica – y además condujo varias maratones de fin de semana donde la vimos trabajar y nos enseñó varias cosas. Pudimos comprobar además, que no andábamos tan perdidos en como aplicábamos las técnicas y los conceptos.
En esa misma época una ex becada de Argentina invita a Nana y a mí a Buenos Aires donde había reunido un grupo de personas para hacer una maratón de fin de semana. Resultó que muchos eran psicoanalistas establecidos que querían participar en esta experiencia con los chilenos. El éxito fue instantáneo –su comprensión de lo que ocurría y de la celeridad de ciertos procesos que no se podían conseguir en el setting psicoanalítico les hizo querer continuar – y así muchos se repitieron el plato, por así decir. Al mismo tiempo, Sueños y Existencia se iba dando a conocer en diversas librerías del gran Buenos Aires llevados por mano por nosotros. Era la época de las dictaduras militares .... y ese libro era un respiro dentro de tanta opresión, miedo y horror. Diría que ese libro – junto a esas maratones realizadas durante varios años en los 70 fueron lo que fundaron la Gestalt, al menos informalmente, en Argentina, Perú, Brazil y España – además de Chile. Comenzaron a aparecer los grupos formativos, también sin amparo institucional – y de uno de ellos surge AGBA, y luego el Instituto Gestalt de Córdoba – basados en grupos formativos llevados adelante por Nana a comienzos de los 80 y con el apoyo de los libros de Gestalt que iban siendo publicados por Cuatro Vientos.
En Chile hay dos historias de la Gestalt – la informal primero. Desde un comienzo –digamos 1976 mucha gente comenzó a leer los libros que íbamos sacando, muchos profesionales de la salud mental leían y aplicaban lo que sacaban de los libros por su cuenta. En esa época creo no equivocarme al decir que el conductismo era lo prevalente entre los psicólogos, en segundo lugar psicoanálisis que llevaba ya varios años en la Clìnica Psiquiátrica como legado del Prof. Ignacio Matte. No es casualidad que quienes tienen una formación psicoanalítica – como es el caso de Nana- y muchos de los primero asistentes a maratones en Buenos Aires – fueran psicoanalistas formados, incluso algunos bastante prominentes como Emilio Rodrigué, Tato Pavlosky y otros – captaran de inmediato el valor terapéutico de lo que estábamos poniendo en práctica como complemento necesario al análisis ortodoxo. De hecho fueron ellos mismos quienes comenzaron de inmediato a mandarnos a sus pacientes las maratones de fin de semana que se hacían en Vicente López en una casa que había sido de Pino Solanas y donde funcionaba la comunidad terapéutica de Dicky Grimson– incluso él asistió a por lo menos donde trabajó un sueño que según contó le cambió la vida. Éramos los chilenos milagreros, aunque nunca nos creímos ese cuento. Puede decirse que la gestalt “prende” mejor en gente que conoce el psicoanálisis y que ha sido psicoanalizada, porque entienden lo que son los procesos transferenciales y dinámicos y tienen una buena percepción de sus procesos intrapsíquicos ).
Acá en Chile no ocurrió lo mismo, porque la psicoterapia no era algo a lo cual se recurría para entenderse y vivir mejor, y porque el psicoanálisis nunca tuvo ni tiene el desarrollo que tiene en Argentina. Esto lo digo porque si bien prácticamente todos los psiquiátras y psicólogos conocían la gestalt pocos se acercaban a los que profesábamos de ser gestaltistas puros. Había una ambivalencia – por una parte les atraía la riqueza técnica y conceptual y de actitud para con el paciente en terapia, y por otra parte hechaban de menos una estructura teórica rigurosa. Muchos becados de psiquiatría se fueron al psicoanálisis porque (interpretación mía, claro está) buscaban una estructura formal y sólida en tiempos de caos y oscuridad (buscaban un padre serio y austero y no un genio hippie semi demonio semi ángel que veían en Perls. Sin embargo, informalmente la gestalt seguía su curso como escuela informal de desarrollo personal que la gente podía aplicar por sí sola.
Hasta aquí la la historia informal
La historia más formal:
A fines de los 80 se establece Anchimalén, en el campo que Nana Schnake adquirió en la Isla de Chiloé. Desde sus inicios comenzó a hacer grupos terapéuticos y formativos. Esta actividad se complementó con la fundación de la Escuela Anchimalén en Santiago de Chile a mediados de los 90, donde su equipo docente imparte formación de tres años a postulantes calificados con un grado universitario la que concluye el otorgamiento del título de Terapeuta Gestalt.
La orientación primordial de la escuela Anchimalén ha sido el abordaje psicológico del síntoma somático que es parte fundamental de la Terapia Gestalt original desde la época en que Perls y su esposa Laura trabajaron en Sud Africa. Nana ha desarrollado con gran originalidad y creatividad a niveles muy elaborados y con resultados a veces sorprendentes. Ha publicado tres libros sobre este tema que circulan por el mundo gestalt hispano parlante, e italiano donde uno de ellos ha sido publicado en Italiano.
Diríase que el aporte más genuino y original de la Gestalt desde Chile y que en la actualidad sirve tanto a médicos, psicólogos y terapeutas formados y visitantes del extranjero en la Escuela Anchimalén en sus sedes de Santiago y Chiloé.
A principios de los 90 un grupo de interesados en la gestalt fundaron el Instituto Gestalt de Santiago, dirigido por F. Huneeus. La orientación dada fue de una orientación más teórica general y orientada a la comunidad, sin selección previa con una duración de 4 años resultando en el otorgamiento del título de Psicopedista (término usado en alemania para personas preparadas para ayudar a sortear las crisis normales no patológicas de la vida). La formación terminaba con una tesis aprobada por personas escogidas de fuera y del equipo docente del instituto. Solamente 18 personas se titularon de los 80 a 90 alumnos. La falta de un medio para publicar las tésis además de la dificultad de la gente para escribir fue lo que finalmente hizo que tal instituto desapareciera a fines de 1999.
También hay que mencionar el esfuerzo de Patricio Varas M, profesor del Centro de Perfeccionamiento del Magisterio, quien se ha abocado desde principios de los 90 al desarrollo personal de los profesores secundarios y primarios formando a facilitadores con una orientación Gestalt y que ha contribuido muy significativamente a la difusión de la Gestalt como una filosofía de vida y de crecimiento en un grupo de gente no orientada la clínica sino a la enseñanza.
Otro esfuerzo que cabe señalar es el Diplomado en Gestalt Integrativa que se impartió durante la década de los 90 en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Concepción. Este programa fue dirigido por Rolando Pihan V. y concebido junto a F. Huneeus con la intención de dar una formación que además de abarcar los aspectos clínicos convencionales de la psicoterapia tuviera un componente académico amplio con fuentes ajenas a la gestalt propiamente tal. Hubieron dos promociones de titulados. Fue discontinuado por razones administrativas de la Universidad, sin embargo está en proyecto el continuarlo.
Tengo entendido que en la actualidad la Gestalt como escuela de psicoterapia forma parte del curriculum de 2 de las 42 universidades que imparten la carrera de Psicología en Chile. Y aunque es difícil hacer una sociología de cómo se difunde y crece o decrece su interés y efecto en la población general- lo cierto es que desde hace unos años ya es reconocida como una escuela legítima aunque mirada con cierta sospecha por su falta de organización gremial y publicaciones académicas propiamente tales. En cierto sentido esto es sano ya que no se ha producido la rigidización que produce la ortodoxia. Y aunque la recomendación viene de cerca, la existencia y oferta de libros realizada por Editorial Cuatro Vientos ha introducido este tipo de pensamiento y técnicas mucho más allá de los que podemos ver y juzgar en base a los centros o institutos que la imparten, que son en realidad muy pocos como he señalado.
A mi juicio han faltado publicaciones académicas y en general debate académico. Ha habido poca fertilización cruzada con otros practicantes de la gestalt y de otras escuelas psicoterapéuticas. Sin embargo, y por motivos puramente neoliberales dada su eficacia en algunas situaciones, es muy posible que los Institutos Previsionales de Salud (Isapres) se interesen en la Gestalt porque reduce notablemente la duración de los tratamientos y por ende el costo especialmente con la Gestalt realizada en grupo.
No me atrevo a predecir como va a seguir la Gestalt en Chile y otros países de la región, pero añoro y envidio el desarrollo que se ha visto en Argentina donde hay una cantidad de Centros y Agrupaciones Gestálticas a lo largo y ancho de casi todo el país, empezando por AGBA que fue le primero seguido por este Instituto GESTÁLTICO de Córdoba que imparten formación y que difunden y desarrollan las aportaciones de la Gestalt a nivel consultorio, grupos y toda la comunidad. ¿Cómo hacer que esto mismo ocurra en otros países?
Y ahora: La pregunta del millón ¿Cuál es la clave que tienen los argentinos y que no tenemos los chilenos, peruanos, paraguayos, uruguayos bolivianos por citar algunos? (Sospecho que estas actitudes de cooperación, y confianza – y ciertamente no carentes de conflictos y peleas- es algo que viene desde la educación escolar mas temprana con sus insistentes canciones repetidas en voz altísima todos los días- o algo por el estilo) ¿Qué hay en su manera de trabajar en equipo que tienen ustedes acá que no tenemos en nuestro medio? Quizás ha llegado el momento que los Gestaltistas argentinos asuman su responsabilidad regional y nos infecten gravemente con su maravilloso poder de asociatividad y apertura. Ya lo están haciendo por cierto con este Congreso, pero creo que pueden hacer más constante en el tiempo esta capacidad de hacer redes y mantenerlas marchando– una Confederación de Institutos o Centros Gestálticos que reúna a todos los interesados, y poder así interactuar entre nosotros y con estamentos instituciones locales y con instituciones extranjeras – compartir publicaciones propias, porque sin publicaciones como hemos visto, cada grupo tiende a quedarse encerrado en sí mismo y girar en torno al o la líder – cosa que no pasa en la Argentina. Sin asociatividad, sin esa red no podemos difundir ni extendernos. La historia de la Gestalt en la Argentina es única y es claramente un ejemplo de una feliz y fecunda interacción que se inició que se inició fortuitamente hace tres décadas. Ahora con la presencia de este grupo de chilenas en Córdoba es el momento de repetir la fertilización en la otra dirección. Necesitamos que nos colonicen las mentes y el alma con la fe, el entusiasmo y la creatividad con que han abrazado la Gestalt y que el grupo de chilenas lleguen preñadas del espíritu de la asociatividad y Red GestaltSur.

CRÍTICAS AL CONCEPTO DE INTERIORIDAD

CRÍTICAS AL CONCEPTO DE INTERIORIDAD
¿Qué es la realidad? ¿Qué es la vida? ¿Qué es el psiquismo?
Estamos limitados a formular metáforas frente a estas preguntas.
Metáforas que tiene el único objetivo de calmar nuestra
ansiedad frente a aquello que aparece como
desconocido, misterioso e inasible.

Introducción.
Una de las propuestas teóricas más atrayente de la primera época de la Psicoterapia Gestáltica, es aquella que abre el camino hacia un replanteo al concepto de interioridad.
Cuestiones centrales como el contacto con el “Aquí y Ahora”, la búsqueda buberiana del Yo-Tú, las críticas al racionalismo y su consecuente exploración de la sensibilidad y la emocionalidad, son todos ellos, planteos que están al servicio de esta idea fuerza que la Gestalt parece instigar a que despleguemos.
¿Hay realmente una división tan tajante entre el adentro y el afuera? ¿Es tan absoluta esta visión del mundo según la cual, “éste de aquí adentro soy yo”, con mis pensamientos y mis sentimientos, y lo que está de la piel hacia fuera es el otro y lo otro, diferentes y distantes? ¿Es esta vivencia, una verdad incuestionable? La Psicoterapia Gestáltica parece responder a estas preguntas con un no. Y propone como parte de la génesis de las neurosis, a esta separación ilusoria, arbitraria y tajante, que en un sentido podríamos señalar como una marca epocal.
El campo organismo-ambiente
El hombre es un producto de la época y no solo consecuencia de la psicodinámia individual.
Estamos marcados por lo biológico, por nuestra historia personal, por la dinámica de nuestros vínculos familiares, por las interacciones con los individuos significativos que nos rodean y nos han rodeado y también por la época; esta nos diseña, nos esculpe, nos traspasa, nos señala que mirar y que no ver, que pensar y que sentir, que palabras señalan a la cosas y que cosas pueden ser dichas e iluminadas y cuales otras permanecen en las sombras o simplemente no existen.
A lo largo de la historia, el hombre moldeó las épocas pero a su vez las épocas hicieron hombres, desarrollando el grado más arraigado de introyecciones y confluencias pocas veces evaluadas en el marco psicoterapéutico.
Acontecemos en un campo de fuerzas que interactúan en todas direcciones y si bien, somos parte de un todo y todos los elementos del campo afectan a la totalidad, es ingenuo y pueril suponer que las fuerzas de cada elemento tienen la misma valencia; la cultura de la época nos diseña con más potencia que la historia individual.
Hacemos cultura y a su vez la cultura nos moldea, pero las fuerzas que desde el hombre moldean cultura, sociedad o época no son las mismas, en intensidad y poder, que las fuerzas que desde la cultura, la sociedad y la época impactan al hombre. Un solo hombre no hace cultura, pero una cultura hace hombre. Solo las fuerzas combinadas de muchísimos hombres o la potencia de algún elegido, pueden en algunos momentos de la historia, tener algún grado de impacto sobre la cultura de la época, mas sin duda la sola existencia en la cultura, conforma de manera impactante en el hombre.
Vivimos la forma de la época; una época que exalta el modelo cartesiano de interioridad. Hemos logrado convertir en verdad ontológica una proposición que solo es fruto de un planteo teórico , que nos sumerge en una arbitraria necesidad de tomar distancia de la naturaleza, y de esa manera explotarla sin culpa, como si hombre y naturaleza fueran una dicotomía insalvable.
A su vez, la época también nos distancia de nuestros semejantes, encumbrando el tipo de vínculo que Martin Buber llamó Yo-Ello, como forma óptima de vinculación; manera que solo favorece la dominación.
Erigimos épocas y hemos caído en la trampa de instaurar una, que a su vez nos ubica en un confinamiento, el de suponer que adentro y afuera, naturaleza y cultura, persona y sociedad, biológico y psicológico, son campos diferentes y antagónicos.
El contexto del problema
La pregunta sobre la interioridad es pasmosamente simple, sin embargo, ninguna escuela psicoterapéutica, que yo sepa, hasta ese momento, la había formulado.
Freud jamás se lo planteó. No ha sido para él un tema de duda. Su mente victoriana y decimonónica, se animó a llegar a la idea revolucionaria y trasgresora del inconsciente, pero allí tuvo su límite.
Perls y Goodman trascienden el planteo freudiano, y como hijos de la contracultura, avanzan un paso más.
Hasta “Gestalt Therapy”, nadie, en el ámbito psicológico había cuestionado el concepto de interioridad; en verdad esa pregunta había pertenecido, y en buena medida sigue perteneciendo, al campo de la filosofía o de la espiritualidad; y justamente esa sospechosa postura con algo de sello místico, es el motivo por el cual, en el terreno académico por un lado, el planteo ha producido escozor y desconfianza, y por otro ha llevado a algunas corrientes de terapeutas gestálticos a adherir a líneas de pensamiento decididamente espirituales, perdiendo un fructífero lugar de discusión en el ambiente de la psicopatología.
Pero el cuestionamiento al concepto de interioridad es una obra demasiado ambiciosa para la época, y ni aún el mismo Perls logró sostenerla. Así entiendo, en parte, su viraje hacia el modelo californiano, más vistoso y digerible pero decididamente menos trasgresor, para una elite cuestionadora de las formas, pero en el fondo decididamente puritana, conservadora y defensora del “american way of life”, ese modelo pequeño-burgués tan criticado por Goodman.
Planteos gestálticos sobre la interioridad
Perls dice: “La experiencia se da en la frontera entre el organismo y su entorno” . Este planteo afirma que, la situación más simple y concreta, objeto de la psicología, no es un hecho que pertenezca a las profundidades de la psiquis; la experiencia (sensaciones, sentimientos y cogniciones) no se da adentro, se da en un entre, en una frontera, en un espacio que, en principio, separa dos terrenos. Pero para la Gestalt, “frontera no es, ni una parte del organismo, ni separa al organismo de su entorno, es el órgano de una relación concreta entre organismo y entorno”
La frontera de contacto es una especie de órgano vivo y pulsante que entra en el organismo, sale de él, penetra el entorno, y trasciende de esta forma territorios que en principio tendemos a pensar como contiguos pero separados. La frontera de contacto, “pertenece al entorno y al organismo”
Avanzando más en el tema, Perls señala al sí mismo como el órgano-proceso donde esa experiencia está siendo en cada instante; lo define como “el sistema de contactos en un campo en cualquier momento” y lo sitúa en la frontera del organismo.
En otras palabras, el sí mismo es el órgano-proceso de la frontera de contacto donde la experiencia va siendo. Por ende, frontera de contacto y sí mismo, son en un sentido, formas de mencionar lo mismo, distintas maneras de nominar el espacio de la experiencia. Frontera y sí mismo son casi sinónimos, no hay frontera sin sí mismo ni sí mismo sin frontera, ambos son nominados como “órganos de relación”
Tal vez lo que Perls y Goodman no aclaran suficientemente es, que esta forma de experiencia no es tanto la de la cotidianeidad del hombre común, producto del cartesianismo, sino una búsqueda que intenta la psicoterapia gestáltica, luego de la observación de lo que sucede con el niño y el artista en su hecho artístico y en las personas corrientes frente a ciertas situaciones que aparecen como fulgores: en el orgasmo de la unión sexual y en esa situación extraordinaria que sucede en el encuentro existencial señalado por M. Buber; y se ha dado también, mirando hacia épocas precartesianas, en “los trabajos de los héroes y en la cultura de las épocas clásicas” , clara referencia al hombre de la Grecia antigua.
Esta forma de la experiencia, como fenómeno de la frontera de contacto, más que un señalamiento sobre lo que acontece, es una búsqueda, una denuncia que señala lo que pudiendo darse en la cotidianeidad, se da poco, porque las formas de la época requieren otra forma de contacto.
Al montar a caballo, si en vez de intentar el dominio, se logra el ensamble, la unidad entre el que cabalga y el cabalgado, un encuentro sensual donde incorporo la cabalgadura a mi ser y arribo a un galope afable y natural, ¿dónde termina mi mismidad? ¿El límite de mi experiencia, realmente termina en mi piel?
Esto lo vivenciamos en múltiples experiencias: al hacer el amor (como ya fue dicho), al andar en bicicleta, al jugar un buen partido de tenis (para los que practicamos con pasión este deporte)
M. Berman, citando a Gregory Bateson, lo explica con claridad: “La mente consciente o el si-mismo es un arco dentro de un circuito mayor”
“Bateson utiliza el ejemplo de un hombre que esta cortando a hachazos un árbol, para demostrar el carácter de circuito que tiene la Mente. De acuerdo con el paradigma cartesiano, solo el cerebro del hombre posee conciencia: el árbol desde luego que está vivo, pero no es un sistema mental (según este punto de vista) de ningún tipo, y el hacha misma no tiene vida. La interacción es casual y lineal: el hombre toma el hacha y opera sobre el tronco del árbol”
“En otro ejemplo batesoniano, aquel de un hombre ciego que va buscando su camino a tientas con la ayuda de un bastón, no hay forma de decir donde comienza y donde termina su sí mismo ¿Acaso el bastón no es parte de su sí mismo?”
Y prosigue: “El mismo argumento puede aplicarse al hombre con el hacha” “Cada golpe de hacha es modificado según la forma del corte que dejó el corte anterior. “Aquí adentro” no hay un “si mismo” que está cortando un árbol “allá afuera”; más bien se está produciendo una relación, un circuito sistémico, una Mente. Toda la situación está viva, no tan solo el hombre”
“La mente podría, ciertamente, estar constituida por los lóbulos frontales del hombre, pero el asunto relevante aquí es que la Mente, en este caso es árbol-ojos-cerebro-músculos-hacha-golpe-árbol. Más precisamente, lo que está fluyendo por el circuito es información: diferencias en el árbol/ diferencias en la retina/ diferencias en el movimiento del hacha/ diferencias en el árbol y así sucesivamente. Este circuito de información es la Mente, la unidad auto-correctiva, ahora vista como una red de vías que no están ligadas por una conciencia que tiene objetivos, o por la piel, si no que se extiende para incluir las vías de todo el pensamiento inconsciente y todas las vías externas por la cual puede viajar información”
“Es claro entonces que hay grandes zonas de la red de pensamiento que están fuera del cuerpo, y la afirmación de que la Mente es inmanente al cuerpo, ahora puede ser vista como el primer peldaño de esta discusión” .
Podemos concluir, entonces, remedando en parte la terminología utilizada por Berman, con que hay, por lo tanto dos maneras de, por ejemplo, cortar el árbol, una racional-causalista y otra mimético-sensual, por la cual tomo contacto íntimo con el hacha y con el árbol, o con la montura y el caballo del ejemplo anterior, o con la raqueta y la pelota de tenis, o con mi amada en la cama; si los integro, los vivencio, los convierto en Tú, entonces el sí mismo se expande en el entre y la interioridad deja de ser tal.
Es en la frontera de contacto, donde se da el “entre” buberiano, la “Mente” batesioniana y como ya veremos, la función-sí mismo-relacional, uno de los modos que adopta el sí mismo.
Lo experiencial y lo social
Perls dice: “...las diferentes formas de síntomas individuales son reacciones a los errores sociales rígidos” y en la misma página afirma: “...si tuviéramos instituciones razonables ya no habría neuróticos.” Estas afirmaciones, tomadas en su contexto, no pretenden negar que individuo y entorno son elementos de un todo único; tampoco pretenden ir contra la idea de interacción en la compleja red de factores múltiples e influencias en el campo. Lo que buscan, es llamar la atención y resaltar la idea de que el campo de la psicología no puede resumirse a los traumas infantiles o las secuencias fallidas de comunicación interpersonal. Los problemas surgen cuando en el campo organismo-ambiente el polo de lo social (que forma parte del ambiente) se introyecta y desorganiza el sistema interno.
No se trata entonces, de negar la interioridad, se trata volver a la vivencia donde interioridad y exterioridad no son compartimientos estancos, aislados y antagónicos sino un continuo dentro del campo organismo-ambiente.
Es necesario remarcar que la denuncia sobre lo introyectado pasa por el polo social, que la cuestión va más allá de lo familiar y de los problemas privados de las personas, abarca lo social y en verdad tensionando un poco la problemática deberíamos decir con más precisión: abarca el polo de lo cultural, la mirada racional-causalista, el modelo cartesiano en el que estamos inmersos.
Por este motivo para la Gestalt, la psicoterapia consiste en desarticular las tensiones y exigencias externas, para que no engendren alteraciones en la autorregulación organísmica, a la vez que tomar conciencia de que la época nos atraviesa y en este atravesarnos nos limita. No podemos salir de ella y dar un paso hacia afuera, ya que se instala psicosis; pero permanecer en su centro, sin conciencia de lo que supone, instala malestar, el malestar de la época, lo que podríamos denominar el malestar existencial.
Por lo tanto hacer Gestalt supone trascender el ámbito de la psicoterapia y pensar el estado de cosas del hombre y el mundo, es pensar el modo en que las cosas están siendo.
No se trata entonces, de intentar salir del atrapamiento epocal, sino de compensar las formas de la época con otras formas del hombre que han sido y que por momentos ahora son. Se trata de integrar dos polos que aparecen en oposición, el racional-causalista y el mimético-sensual.
Las dos formas del Sí mismo
Siguiendo la tradición existencialista, prefiero apartarme de la idea de diferenciar subestructuras del aparato psíquico, más allá de la noción de conciente-incociente. El psiquismo es uno, aparece revelado por la experiencia, y es aquel que puedo identificar al señalarme a mí mismo: este soy yo, mi mismidad: el si mismo.
Hay inconsciente, la estructura de la experiencia no está capacitada para abarcarlo todo, aquello a lo que no accede, pertenece al ancho mundo del inconsciente.
Hay pues, solo dos instancias operativas del psiquismo: a) el sí mismo, “el sistema de contactos en un campo en cualquier momento” y b) el inconsciente, “aquello que está más allá de la experiencia presente”.
Si nos permitimos, entonces, trabajar con estos dos conceptos, podemos adentrarnos a profundizar las maneras que adopta el sí mismo.
Puedo identificar así dos formas del sí mismo que coexisten en simultaneidad en cada individuo: una, mimético-sensual, que se inclina hacia la plasticidad, adoptando las formas de la función de contacto y otra racional-causalista, que tiende a desarrollar cristalización y por ende a volverse estructura.
Estas dos formas del sí mismo representan, en su máxima expresión, los estadios observables en el niño por un lado y en el adulto de la época, por otro. También representan etapas diferentes en la evolución filogenética del ser humano.
El sí mismo del hombre premoderno (al igual que el del niño) parece haber funcionado, a la manera de una estructura de gran plasticidad, un proceso de contacto con el mundo, apoyado más en la intuición y la sensualidad, que en el raciocinio, por lo que la experiencia de contacto representaba un acto, tal vez, con conductas menos predecibles, pero en un sentido, de características mucho más creativas que especulativas. Fue seguramente esa plasticidad la que permitió la adaptación al medio y la evolución que a largo de los milenios la especie ha tenido.
El hombre moderno, por el contrario, ha ido desarrollando y apoyándose en los procesos racionales que permiten una planificación más marcada. Esto favoreció el surgimiento de la vida en el productivismo y de una mayor organización social; sin embargo, siguiendo a Merleau-Ponty, a su vez, lo ha llevado al desarrollo de un tipo de percepción conectada centralmente con las ideas abstractas de las cosas, antes que con las cosas del mundo.
Esta es la gran diferencia con el hombre premoderno que por sus características menos racionales, más intuitivas y de fuerte sensualidad vivía en una dimensión en la que naturaleza y conciencia, mantenían un fuerte nivel de comunicación, así, las cosas eran una prolongación del cuerpo y el cuerpo una prolongación del mundo; lo que permitió el surgimiento de una mente más volcada a los fenómenos espirituales antes que al marcado materialismo del hombre moderno.
Estas dos formas del sí mismo, tan bien diferenciadas por Bateson, en el ejemplo anterior, con sus características racional-causalista una y mimético-sensual la otra, parecen hoy convivir y van siendo en diferentes espacios, situaciones y momentos.
Mimético-sensual significa aquí, a) la fuerte intuición de que ambiente e individuo son una unidad, y b) que la sensualidad prevalece por sobre la racionalidad y la sensorialidad, entendiendo por sensual la resignificación del sentido que trasforma en un ajuste creativo al objeto y al sujeto, y no solo el simple estímulo-respuesta de la sensorialidad.
No planteo que una forma sea mejor que la otra, busco señalar solamente las disfunciones que suceden cuando una prevalece y toma el mando. Si ambas formas cohabitan y se complementan logramos ampliar la estructura de la experiencia y estamos en mejores condiciones, por ejemplo, para la toma de decisiones. Es evidente que en el hombre de esta época la forma mimético-sensual ha perdido fuerza y espacio.
A estas dos formas del sí mismo las llamaremos si mismo relacional (mimético-sensual) y si mismo independiente (racional-causalista) para resaltar las características de contacto sensual con el mundo de una y de observación y distancia de la otra.
Quiero también remarcar el carácter de proceso y por ende de “función” plástica del sí mismo relacional por sobre la tendencia a la estructuración del sí mismo independiente.
Las cristalizaciones, maneras rígidas, más o menos estables y predecibles de responder a las situaciones, las cogniciones inflexibles, la emocionalidad poco variable, las respuestas esperables, ese aspecto del psiquismo que responde al “yo soy”, a la identificación con estructuras y “maneras de ser”, en resumen, el recorte psíquico que llamamos personalidad, debemos encuadrarlo dentro del si mismo independiente y epocal y debemos diferenciarlo de los aspectos creativos, plásticos e intuitivos y sensuales de nuestro psiquismo, que pertenecen a las formas más amplias y ricas de las personas, las formas que hacen que seamos únicos e irrepetibles, por sobre las otros aspectos que nos dan el pesado sello de “ser así”.

Función Sí mismo Relacional Estructura Sí mismo Independiente
Mimético-sensualIntuitivoSensualCreativo“Siendo” (proceso)PlásticoEspiritualFilogenéticamente relacionado con el hombre premodernoOntogenéticamente relacionado con el niño y el artista Racional-causalistaRacionalIndiferenteProductivo“Yo soy” (personalidad)CristalizadoMaterialistaFilogenéticamente relacionado con el hombre del productivismoOntogeneticamente relacionado con el ideal del yo de la época

Perls contrasta estas dos formas al decir “la personalidad es transparente, se la conoce de arriba abajo”… “El sí mismo (relacional) no es del todo transparente ya que es espontaneidad y creatividad”
Profundizando esta diferencia agrega “La función-sí mismo es tocar tocando, la estructura-personalidad es tocar cargando ese tocar con todo el peso de lo que uno ha llegado a ser, con la seguridad que da el conocimiento, no hay novedad ni asimilación de lo otro como propio”.
Como se ve las dos formas señaladas son, por un lado un sí mismo plástico que actúa a la manera de un proceso en perpetuo cambio y movimiento: la función sí mismo relacional; y por otro lado, un sí mismo, que perdiendo plasticidad a ido adquiriendo cristalizaciones: la estructura-personalidad o estructura sí mismo independiente o simplemente personalidad.
“La función-sí mismo (prosigue Perls) es el proceso figura-fondo en los contactos de frontera en el campo organismo-entorno” : la función-sí mismo-relacional se da siendo en cada situación, es el campo de las posibilidades plásticas y creativas del hombre en la cultura.
El tocar tocando de la función-sí mismo-relacional, supone que en el mismo momento que toco, toco con todos mis sentidos y a su vez me dejo tocar por lo tocado. El tocar se convierte en un acto sensual.
Por eso, lo central en la psicoterapia, no es solamente ampliar el repertorio de conductas, sino también darle a ese repertorio ampliado una calidad distinta. La calidad que supone el encuentro con las propiedades y características de la función-sí mismo-relacional.
La apertura a la función sí mismo relacional es por ende un encuentro con lo sensual, es la vida en lo sensual, donde lo que acontece, acontece siendo; donde es posible vivenciar la conciliación de lo que se ha dado en llamar adentro y lo que se ha dado en llamar afuera.
En esta manera del experimentar, uno mira mirando y a su vez se deja mirar por lo que mira; escucha escuchando y se deja escuchar por la fuente de sonido; toca tocando y se deja tocar por lo tocado. Se da una experiencia mimética que trasciende la racionalidad y la distancia con el mundo, se trasciende la idea de las cosas, para llegar el contacto.
La búsqueda de la función-sí mismo-relacional, no es ingenua. La estructura-sí mismo-independiente (personalidad), es un producto cultural que no tiene más de 400 años y que se ha dado a partir de la represión y minimización de la función-sí mismo-relacional.
Atrapados en la personalidad adoptamos roles y estos roles configuran la realidad de cada uno con un modo de ser, un modo de decir, un modo de sentir y un modo de pensar propios. De esta forma algo que es fluido, el sí mismo-relacional, se vuelve sólido, configurando identidad. Algo que es proceso se vuelve estructura.
Estas formas cristalizadas que adopta el sí mismo olvidan su carácter de rol y se convierten en una forma de ser, configuran identidad: este soy yo.
El individuo, se etiqueta, se cristaliza, se limita y al decir de Sartre se derrota. Sujetados en estos roles somos esclavos de la propia identidad, nos identificamos como una forma de ser y no vislumbramos ni remotamente que apenas jugamos roles productivistas, modos de sometimiento social. En tanto sujetos somos un fenómeno social que padece por creer en la identidad.
La noción de personalidad es funcional a la sociedad entendida como un sistema de producción y control.
Perls y Goodman señalan esto al decir: “Es la sociedad de la división del trabajo, en que los individuos se utilizan deliberadamente unos a otros como herramientas”
La productividad y el control social necesitan de gente y de hechos predecibles. De situaciones en donde los hombres no se comporten súbitamente como si fueran otros hombres. Estamos atados a reglas que están presentadas como leyes, pero que en última instancia son, como todas, reglas de juego.
La noción de personalidad ha venido a ocupar en el mundo moderno la noción de esencia, es inmutable, es causa primera, es sustancia: surge entonces la creencia de que la persona puede cambiar con el tiempo pero en esencia es la misma ya que su personalidad es la misma.
Pero la personalidad es un adjetivo, es un modo y no un sustantivo es decir una esencia.
La personalidad, entendida como sustancia crea una identidad, sin advertir que hay muchos modos de ser, y aunque tímidamente, todos los modos están presentes. Parecen no estar estando.
Por supuesto somos flexibles y jugamos muchos roles, algunas personas jugamos más roles que otras, pero a la hora de definirnos decimos ¡este soy yo! Cuando en realidad solo estoy apareciendo en un jugar roles. No se quien soy y no lo sabré. Mi ser pertenece a una incógnita inaprensible, donde puedo algo más que permitirme salir del rol y animarme a jugar todos, avance absolutamente importante pero no suficiente; puedo también animarme a incorporar la vivencia del otro paradigma de la vida, el mimético-sensual.
Las formas cotidianas que en nuestra cultura adopta la estructura-sí mismo-independiente (roles), son a veces pobres, a veces frustrantes, a veces dolorosas, porque no solamente expresan cristalizaciones, sino que a su vez están al servicio de un fin político que intenta desechar la función-sí mismo-relacional; función que si en algún momento de la evolución filogenética estuvo presente, es porque cumple un cometido necesario para el hombre, el encuentro con el semejante y la vivencia de que formamos parte de la naturaleza.
Desde luego si la función-sí mismo-relacional estuvo presente allá y entonces, ella sin dudas sigue estando, como función reprimida del sí mismo.
Sería ingenuo, como algunos terapeutas parecen a veces sugerir, plantearse una vuelta a la función-sí mismo-relacional diluyendo la estructura-sí mismo-independiente (personalidad) Nuestra cultura impide diluir la personalidad y en este marco, como ya quedó dicho, esa disolución básicamente se da en psicosis. Perls habla de trascenderla; para mí esto significa ampliar el espectro y permitir la integración función-sí mismo-relacional/ estructura-sí mismo-independiente; para ello es necesario también flexibilizar la estructura-sí mismo-independiente: tornar más plástica la personalidad. En tales condiciones de posibilidad, donde la estructura-sí mismo-independiente y la función-sí mismo-relacional se integran, percibir se constituye en un acto antitecnológico, constituye una denuncia política.

Bibliografía
Aurbach, Erich. Mimesis. Fondo de Cultura Económica. México. 1996
Berman, Morris. El reencantamiento del mundo. Editorial Cuatro Vientos. Santiago de Chile. 1987
Descartes Meditaciones Metafísicas. Aguilar Buenos Aires 1973
Foulcault, Michel Las Palabras y las Cosas Siglo XXI Argentina 2002
Kohon, Leopoldo Juego Propio. Ed. Planeta. Bs. As. 1993
Merleau Ponty, Maurice Lo visible y lo invisible, Seix Barral, Barcelona, 1966
Perls F., Goodman P., Hefferline R. Terapia Gestalt. CTP Madrid. España 2002
Vinacour, Carlos. Antropología de las Neurosis. En Enfoque Gestáltico Año IX N° 27 Buenos Aires Otoño 2005 p.22-24
Vinacour, Carlos. Críticas al Concepto de Identidad. Conferencia presentada en el II Congreso Latino de Gestalt. Maceió - AL. Brasil 20-24 de Octubre de 2004

lunes, febrero 13, 2006

Revista Latina de Terapia Gestalt nº 1

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