jueves, febrero 23, 2006

CRÍTICAS AL CONCEPTO DE INTERIORIDAD

CRÍTICAS AL CONCEPTO DE INTERIORIDAD
¿Qué es la realidad? ¿Qué es la vida? ¿Qué es el psiquismo?
Estamos limitados a formular metáforas frente a estas preguntas.
Metáforas que tiene el único objetivo de calmar nuestra
ansiedad frente a aquello que aparece como
desconocido, misterioso e inasible.

Introducción.
Una de las propuestas teóricas más atrayente de la primera época de la Psicoterapia Gestáltica, es aquella que abre el camino hacia un replanteo al concepto de interioridad.
Cuestiones centrales como el contacto con el “Aquí y Ahora”, la búsqueda buberiana del Yo-Tú, las críticas al racionalismo y su consecuente exploración de la sensibilidad y la emocionalidad, son todos ellos, planteos que están al servicio de esta idea fuerza que la Gestalt parece instigar a que despleguemos.
¿Hay realmente una división tan tajante entre el adentro y el afuera? ¿Es tan absoluta esta visión del mundo según la cual, “éste de aquí adentro soy yo”, con mis pensamientos y mis sentimientos, y lo que está de la piel hacia fuera es el otro y lo otro, diferentes y distantes? ¿Es esta vivencia, una verdad incuestionable? La Psicoterapia Gestáltica parece responder a estas preguntas con un no. Y propone como parte de la génesis de las neurosis, a esta separación ilusoria, arbitraria y tajante, que en un sentido podríamos señalar como una marca epocal.
El campo organismo-ambiente
El hombre es un producto de la época y no solo consecuencia de la psicodinámia individual.
Estamos marcados por lo biológico, por nuestra historia personal, por la dinámica de nuestros vínculos familiares, por las interacciones con los individuos significativos que nos rodean y nos han rodeado y también por la época; esta nos diseña, nos esculpe, nos traspasa, nos señala que mirar y que no ver, que pensar y que sentir, que palabras señalan a la cosas y que cosas pueden ser dichas e iluminadas y cuales otras permanecen en las sombras o simplemente no existen.
A lo largo de la historia, el hombre moldeó las épocas pero a su vez las épocas hicieron hombres, desarrollando el grado más arraigado de introyecciones y confluencias pocas veces evaluadas en el marco psicoterapéutico.
Acontecemos en un campo de fuerzas que interactúan en todas direcciones y si bien, somos parte de un todo y todos los elementos del campo afectan a la totalidad, es ingenuo y pueril suponer que las fuerzas de cada elemento tienen la misma valencia; la cultura de la época nos diseña con más potencia que la historia individual.
Hacemos cultura y a su vez la cultura nos moldea, pero las fuerzas que desde el hombre moldean cultura, sociedad o época no son las mismas, en intensidad y poder, que las fuerzas que desde la cultura, la sociedad y la época impactan al hombre. Un solo hombre no hace cultura, pero una cultura hace hombre. Solo las fuerzas combinadas de muchísimos hombres o la potencia de algún elegido, pueden en algunos momentos de la historia, tener algún grado de impacto sobre la cultura de la época, mas sin duda la sola existencia en la cultura, conforma de manera impactante en el hombre.
Vivimos la forma de la época; una época que exalta el modelo cartesiano de interioridad. Hemos logrado convertir en verdad ontológica una proposición que solo es fruto de un planteo teórico , que nos sumerge en una arbitraria necesidad de tomar distancia de la naturaleza, y de esa manera explotarla sin culpa, como si hombre y naturaleza fueran una dicotomía insalvable.
A su vez, la época también nos distancia de nuestros semejantes, encumbrando el tipo de vínculo que Martin Buber llamó Yo-Ello, como forma óptima de vinculación; manera que solo favorece la dominación.
Erigimos épocas y hemos caído en la trampa de instaurar una, que a su vez nos ubica en un confinamiento, el de suponer que adentro y afuera, naturaleza y cultura, persona y sociedad, biológico y psicológico, son campos diferentes y antagónicos.
El contexto del problema
La pregunta sobre la interioridad es pasmosamente simple, sin embargo, ninguna escuela psicoterapéutica, que yo sepa, hasta ese momento, la había formulado.
Freud jamás se lo planteó. No ha sido para él un tema de duda. Su mente victoriana y decimonónica, se animó a llegar a la idea revolucionaria y trasgresora del inconsciente, pero allí tuvo su límite.
Perls y Goodman trascienden el planteo freudiano, y como hijos de la contracultura, avanzan un paso más.
Hasta “Gestalt Therapy”, nadie, en el ámbito psicológico había cuestionado el concepto de interioridad; en verdad esa pregunta había pertenecido, y en buena medida sigue perteneciendo, al campo de la filosofía o de la espiritualidad; y justamente esa sospechosa postura con algo de sello místico, es el motivo por el cual, en el terreno académico por un lado, el planteo ha producido escozor y desconfianza, y por otro ha llevado a algunas corrientes de terapeutas gestálticos a adherir a líneas de pensamiento decididamente espirituales, perdiendo un fructífero lugar de discusión en el ambiente de la psicopatología.
Pero el cuestionamiento al concepto de interioridad es una obra demasiado ambiciosa para la época, y ni aún el mismo Perls logró sostenerla. Así entiendo, en parte, su viraje hacia el modelo californiano, más vistoso y digerible pero decididamente menos trasgresor, para una elite cuestionadora de las formas, pero en el fondo decididamente puritana, conservadora y defensora del “american way of life”, ese modelo pequeño-burgués tan criticado por Goodman.
Planteos gestálticos sobre la interioridad
Perls dice: “La experiencia se da en la frontera entre el organismo y su entorno” . Este planteo afirma que, la situación más simple y concreta, objeto de la psicología, no es un hecho que pertenezca a las profundidades de la psiquis; la experiencia (sensaciones, sentimientos y cogniciones) no se da adentro, se da en un entre, en una frontera, en un espacio que, en principio, separa dos terrenos. Pero para la Gestalt, “frontera no es, ni una parte del organismo, ni separa al organismo de su entorno, es el órgano de una relación concreta entre organismo y entorno”
La frontera de contacto es una especie de órgano vivo y pulsante que entra en el organismo, sale de él, penetra el entorno, y trasciende de esta forma territorios que en principio tendemos a pensar como contiguos pero separados. La frontera de contacto, “pertenece al entorno y al organismo”
Avanzando más en el tema, Perls señala al sí mismo como el órgano-proceso donde esa experiencia está siendo en cada instante; lo define como “el sistema de contactos en un campo en cualquier momento” y lo sitúa en la frontera del organismo.
En otras palabras, el sí mismo es el órgano-proceso de la frontera de contacto donde la experiencia va siendo. Por ende, frontera de contacto y sí mismo, son en un sentido, formas de mencionar lo mismo, distintas maneras de nominar el espacio de la experiencia. Frontera y sí mismo son casi sinónimos, no hay frontera sin sí mismo ni sí mismo sin frontera, ambos son nominados como “órganos de relación”
Tal vez lo que Perls y Goodman no aclaran suficientemente es, que esta forma de experiencia no es tanto la de la cotidianeidad del hombre común, producto del cartesianismo, sino una búsqueda que intenta la psicoterapia gestáltica, luego de la observación de lo que sucede con el niño y el artista en su hecho artístico y en las personas corrientes frente a ciertas situaciones que aparecen como fulgores: en el orgasmo de la unión sexual y en esa situación extraordinaria que sucede en el encuentro existencial señalado por M. Buber; y se ha dado también, mirando hacia épocas precartesianas, en “los trabajos de los héroes y en la cultura de las épocas clásicas” , clara referencia al hombre de la Grecia antigua.
Esta forma de la experiencia, como fenómeno de la frontera de contacto, más que un señalamiento sobre lo que acontece, es una búsqueda, una denuncia que señala lo que pudiendo darse en la cotidianeidad, se da poco, porque las formas de la época requieren otra forma de contacto.
Al montar a caballo, si en vez de intentar el dominio, se logra el ensamble, la unidad entre el que cabalga y el cabalgado, un encuentro sensual donde incorporo la cabalgadura a mi ser y arribo a un galope afable y natural, ¿dónde termina mi mismidad? ¿El límite de mi experiencia, realmente termina en mi piel?
Esto lo vivenciamos en múltiples experiencias: al hacer el amor (como ya fue dicho), al andar en bicicleta, al jugar un buen partido de tenis (para los que practicamos con pasión este deporte)
M. Berman, citando a Gregory Bateson, lo explica con claridad: “La mente consciente o el si-mismo es un arco dentro de un circuito mayor”
“Bateson utiliza el ejemplo de un hombre que esta cortando a hachazos un árbol, para demostrar el carácter de circuito que tiene la Mente. De acuerdo con el paradigma cartesiano, solo el cerebro del hombre posee conciencia: el árbol desde luego que está vivo, pero no es un sistema mental (según este punto de vista) de ningún tipo, y el hacha misma no tiene vida. La interacción es casual y lineal: el hombre toma el hacha y opera sobre el tronco del árbol”
“En otro ejemplo batesoniano, aquel de un hombre ciego que va buscando su camino a tientas con la ayuda de un bastón, no hay forma de decir donde comienza y donde termina su sí mismo ¿Acaso el bastón no es parte de su sí mismo?”
Y prosigue: “El mismo argumento puede aplicarse al hombre con el hacha” “Cada golpe de hacha es modificado según la forma del corte que dejó el corte anterior. “Aquí adentro” no hay un “si mismo” que está cortando un árbol “allá afuera”; más bien se está produciendo una relación, un circuito sistémico, una Mente. Toda la situación está viva, no tan solo el hombre”
“La mente podría, ciertamente, estar constituida por los lóbulos frontales del hombre, pero el asunto relevante aquí es que la Mente, en este caso es árbol-ojos-cerebro-músculos-hacha-golpe-árbol. Más precisamente, lo que está fluyendo por el circuito es información: diferencias en el árbol/ diferencias en la retina/ diferencias en el movimiento del hacha/ diferencias en el árbol y así sucesivamente. Este circuito de información es la Mente, la unidad auto-correctiva, ahora vista como una red de vías que no están ligadas por una conciencia que tiene objetivos, o por la piel, si no que se extiende para incluir las vías de todo el pensamiento inconsciente y todas las vías externas por la cual puede viajar información”
“Es claro entonces que hay grandes zonas de la red de pensamiento que están fuera del cuerpo, y la afirmación de que la Mente es inmanente al cuerpo, ahora puede ser vista como el primer peldaño de esta discusión” .
Podemos concluir, entonces, remedando en parte la terminología utilizada por Berman, con que hay, por lo tanto dos maneras de, por ejemplo, cortar el árbol, una racional-causalista y otra mimético-sensual, por la cual tomo contacto íntimo con el hacha y con el árbol, o con la montura y el caballo del ejemplo anterior, o con la raqueta y la pelota de tenis, o con mi amada en la cama; si los integro, los vivencio, los convierto en Tú, entonces el sí mismo se expande en el entre y la interioridad deja de ser tal.
Es en la frontera de contacto, donde se da el “entre” buberiano, la “Mente” batesioniana y como ya veremos, la función-sí mismo-relacional, uno de los modos que adopta el sí mismo.
Lo experiencial y lo social
Perls dice: “...las diferentes formas de síntomas individuales son reacciones a los errores sociales rígidos” y en la misma página afirma: “...si tuviéramos instituciones razonables ya no habría neuróticos.” Estas afirmaciones, tomadas en su contexto, no pretenden negar que individuo y entorno son elementos de un todo único; tampoco pretenden ir contra la idea de interacción en la compleja red de factores múltiples e influencias en el campo. Lo que buscan, es llamar la atención y resaltar la idea de que el campo de la psicología no puede resumirse a los traumas infantiles o las secuencias fallidas de comunicación interpersonal. Los problemas surgen cuando en el campo organismo-ambiente el polo de lo social (que forma parte del ambiente) se introyecta y desorganiza el sistema interno.
No se trata entonces, de negar la interioridad, se trata volver a la vivencia donde interioridad y exterioridad no son compartimientos estancos, aislados y antagónicos sino un continuo dentro del campo organismo-ambiente.
Es necesario remarcar que la denuncia sobre lo introyectado pasa por el polo social, que la cuestión va más allá de lo familiar y de los problemas privados de las personas, abarca lo social y en verdad tensionando un poco la problemática deberíamos decir con más precisión: abarca el polo de lo cultural, la mirada racional-causalista, el modelo cartesiano en el que estamos inmersos.
Por este motivo para la Gestalt, la psicoterapia consiste en desarticular las tensiones y exigencias externas, para que no engendren alteraciones en la autorregulación organísmica, a la vez que tomar conciencia de que la época nos atraviesa y en este atravesarnos nos limita. No podemos salir de ella y dar un paso hacia afuera, ya que se instala psicosis; pero permanecer en su centro, sin conciencia de lo que supone, instala malestar, el malestar de la época, lo que podríamos denominar el malestar existencial.
Por lo tanto hacer Gestalt supone trascender el ámbito de la psicoterapia y pensar el estado de cosas del hombre y el mundo, es pensar el modo en que las cosas están siendo.
No se trata entonces, de intentar salir del atrapamiento epocal, sino de compensar las formas de la época con otras formas del hombre que han sido y que por momentos ahora son. Se trata de integrar dos polos que aparecen en oposición, el racional-causalista y el mimético-sensual.
Las dos formas del Sí mismo
Siguiendo la tradición existencialista, prefiero apartarme de la idea de diferenciar subestructuras del aparato psíquico, más allá de la noción de conciente-incociente. El psiquismo es uno, aparece revelado por la experiencia, y es aquel que puedo identificar al señalarme a mí mismo: este soy yo, mi mismidad: el si mismo.
Hay inconsciente, la estructura de la experiencia no está capacitada para abarcarlo todo, aquello a lo que no accede, pertenece al ancho mundo del inconsciente.
Hay pues, solo dos instancias operativas del psiquismo: a) el sí mismo, “el sistema de contactos en un campo en cualquier momento” y b) el inconsciente, “aquello que está más allá de la experiencia presente”.
Si nos permitimos, entonces, trabajar con estos dos conceptos, podemos adentrarnos a profundizar las maneras que adopta el sí mismo.
Puedo identificar así dos formas del sí mismo que coexisten en simultaneidad en cada individuo: una, mimético-sensual, que se inclina hacia la plasticidad, adoptando las formas de la función de contacto y otra racional-causalista, que tiende a desarrollar cristalización y por ende a volverse estructura.
Estas dos formas del sí mismo representan, en su máxima expresión, los estadios observables en el niño por un lado y en el adulto de la época, por otro. También representan etapas diferentes en la evolución filogenética del ser humano.
El sí mismo del hombre premoderno (al igual que el del niño) parece haber funcionado, a la manera de una estructura de gran plasticidad, un proceso de contacto con el mundo, apoyado más en la intuición y la sensualidad, que en el raciocinio, por lo que la experiencia de contacto representaba un acto, tal vez, con conductas menos predecibles, pero en un sentido, de características mucho más creativas que especulativas. Fue seguramente esa plasticidad la que permitió la adaptación al medio y la evolución que a largo de los milenios la especie ha tenido.
El hombre moderno, por el contrario, ha ido desarrollando y apoyándose en los procesos racionales que permiten una planificación más marcada. Esto favoreció el surgimiento de la vida en el productivismo y de una mayor organización social; sin embargo, siguiendo a Merleau-Ponty, a su vez, lo ha llevado al desarrollo de un tipo de percepción conectada centralmente con las ideas abstractas de las cosas, antes que con las cosas del mundo.
Esta es la gran diferencia con el hombre premoderno que por sus características menos racionales, más intuitivas y de fuerte sensualidad vivía en una dimensión en la que naturaleza y conciencia, mantenían un fuerte nivel de comunicación, así, las cosas eran una prolongación del cuerpo y el cuerpo una prolongación del mundo; lo que permitió el surgimiento de una mente más volcada a los fenómenos espirituales antes que al marcado materialismo del hombre moderno.
Estas dos formas del sí mismo, tan bien diferenciadas por Bateson, en el ejemplo anterior, con sus características racional-causalista una y mimético-sensual la otra, parecen hoy convivir y van siendo en diferentes espacios, situaciones y momentos.
Mimético-sensual significa aquí, a) la fuerte intuición de que ambiente e individuo son una unidad, y b) que la sensualidad prevalece por sobre la racionalidad y la sensorialidad, entendiendo por sensual la resignificación del sentido que trasforma en un ajuste creativo al objeto y al sujeto, y no solo el simple estímulo-respuesta de la sensorialidad.
No planteo que una forma sea mejor que la otra, busco señalar solamente las disfunciones que suceden cuando una prevalece y toma el mando. Si ambas formas cohabitan y se complementan logramos ampliar la estructura de la experiencia y estamos en mejores condiciones, por ejemplo, para la toma de decisiones. Es evidente que en el hombre de esta época la forma mimético-sensual ha perdido fuerza y espacio.
A estas dos formas del sí mismo las llamaremos si mismo relacional (mimético-sensual) y si mismo independiente (racional-causalista) para resaltar las características de contacto sensual con el mundo de una y de observación y distancia de la otra.
Quiero también remarcar el carácter de proceso y por ende de “función” plástica del sí mismo relacional por sobre la tendencia a la estructuración del sí mismo independiente.
Las cristalizaciones, maneras rígidas, más o menos estables y predecibles de responder a las situaciones, las cogniciones inflexibles, la emocionalidad poco variable, las respuestas esperables, ese aspecto del psiquismo que responde al “yo soy”, a la identificación con estructuras y “maneras de ser”, en resumen, el recorte psíquico que llamamos personalidad, debemos encuadrarlo dentro del si mismo independiente y epocal y debemos diferenciarlo de los aspectos creativos, plásticos e intuitivos y sensuales de nuestro psiquismo, que pertenecen a las formas más amplias y ricas de las personas, las formas que hacen que seamos únicos e irrepetibles, por sobre las otros aspectos que nos dan el pesado sello de “ser así”.

Función Sí mismo Relacional Estructura Sí mismo Independiente
Mimético-sensualIntuitivoSensualCreativo“Siendo” (proceso)PlásticoEspiritualFilogenéticamente relacionado con el hombre premodernoOntogenéticamente relacionado con el niño y el artista Racional-causalistaRacionalIndiferenteProductivo“Yo soy” (personalidad)CristalizadoMaterialistaFilogenéticamente relacionado con el hombre del productivismoOntogeneticamente relacionado con el ideal del yo de la época

Perls contrasta estas dos formas al decir “la personalidad es transparente, se la conoce de arriba abajo”… “El sí mismo (relacional) no es del todo transparente ya que es espontaneidad y creatividad”
Profundizando esta diferencia agrega “La función-sí mismo es tocar tocando, la estructura-personalidad es tocar cargando ese tocar con todo el peso de lo que uno ha llegado a ser, con la seguridad que da el conocimiento, no hay novedad ni asimilación de lo otro como propio”.
Como se ve las dos formas señaladas son, por un lado un sí mismo plástico que actúa a la manera de un proceso en perpetuo cambio y movimiento: la función sí mismo relacional; y por otro lado, un sí mismo, que perdiendo plasticidad a ido adquiriendo cristalizaciones: la estructura-personalidad o estructura sí mismo independiente o simplemente personalidad.
“La función-sí mismo (prosigue Perls) es el proceso figura-fondo en los contactos de frontera en el campo organismo-entorno” : la función-sí mismo-relacional se da siendo en cada situación, es el campo de las posibilidades plásticas y creativas del hombre en la cultura.
El tocar tocando de la función-sí mismo-relacional, supone que en el mismo momento que toco, toco con todos mis sentidos y a su vez me dejo tocar por lo tocado. El tocar se convierte en un acto sensual.
Por eso, lo central en la psicoterapia, no es solamente ampliar el repertorio de conductas, sino también darle a ese repertorio ampliado una calidad distinta. La calidad que supone el encuentro con las propiedades y características de la función-sí mismo-relacional.
La apertura a la función sí mismo relacional es por ende un encuentro con lo sensual, es la vida en lo sensual, donde lo que acontece, acontece siendo; donde es posible vivenciar la conciliación de lo que se ha dado en llamar adentro y lo que se ha dado en llamar afuera.
En esta manera del experimentar, uno mira mirando y a su vez se deja mirar por lo que mira; escucha escuchando y se deja escuchar por la fuente de sonido; toca tocando y se deja tocar por lo tocado. Se da una experiencia mimética que trasciende la racionalidad y la distancia con el mundo, se trasciende la idea de las cosas, para llegar el contacto.
La búsqueda de la función-sí mismo-relacional, no es ingenua. La estructura-sí mismo-independiente (personalidad), es un producto cultural que no tiene más de 400 años y que se ha dado a partir de la represión y minimización de la función-sí mismo-relacional.
Atrapados en la personalidad adoptamos roles y estos roles configuran la realidad de cada uno con un modo de ser, un modo de decir, un modo de sentir y un modo de pensar propios. De esta forma algo que es fluido, el sí mismo-relacional, se vuelve sólido, configurando identidad. Algo que es proceso se vuelve estructura.
Estas formas cristalizadas que adopta el sí mismo olvidan su carácter de rol y se convierten en una forma de ser, configuran identidad: este soy yo.
El individuo, se etiqueta, se cristaliza, se limita y al decir de Sartre se derrota. Sujetados en estos roles somos esclavos de la propia identidad, nos identificamos como una forma de ser y no vislumbramos ni remotamente que apenas jugamos roles productivistas, modos de sometimiento social. En tanto sujetos somos un fenómeno social que padece por creer en la identidad.
La noción de personalidad es funcional a la sociedad entendida como un sistema de producción y control.
Perls y Goodman señalan esto al decir: “Es la sociedad de la división del trabajo, en que los individuos se utilizan deliberadamente unos a otros como herramientas”
La productividad y el control social necesitan de gente y de hechos predecibles. De situaciones en donde los hombres no se comporten súbitamente como si fueran otros hombres. Estamos atados a reglas que están presentadas como leyes, pero que en última instancia son, como todas, reglas de juego.
La noción de personalidad ha venido a ocupar en el mundo moderno la noción de esencia, es inmutable, es causa primera, es sustancia: surge entonces la creencia de que la persona puede cambiar con el tiempo pero en esencia es la misma ya que su personalidad es la misma.
Pero la personalidad es un adjetivo, es un modo y no un sustantivo es decir una esencia.
La personalidad, entendida como sustancia crea una identidad, sin advertir que hay muchos modos de ser, y aunque tímidamente, todos los modos están presentes. Parecen no estar estando.
Por supuesto somos flexibles y jugamos muchos roles, algunas personas jugamos más roles que otras, pero a la hora de definirnos decimos ¡este soy yo! Cuando en realidad solo estoy apareciendo en un jugar roles. No se quien soy y no lo sabré. Mi ser pertenece a una incógnita inaprensible, donde puedo algo más que permitirme salir del rol y animarme a jugar todos, avance absolutamente importante pero no suficiente; puedo también animarme a incorporar la vivencia del otro paradigma de la vida, el mimético-sensual.
Las formas cotidianas que en nuestra cultura adopta la estructura-sí mismo-independiente (roles), son a veces pobres, a veces frustrantes, a veces dolorosas, porque no solamente expresan cristalizaciones, sino que a su vez están al servicio de un fin político que intenta desechar la función-sí mismo-relacional; función que si en algún momento de la evolución filogenética estuvo presente, es porque cumple un cometido necesario para el hombre, el encuentro con el semejante y la vivencia de que formamos parte de la naturaleza.
Desde luego si la función-sí mismo-relacional estuvo presente allá y entonces, ella sin dudas sigue estando, como función reprimida del sí mismo.
Sería ingenuo, como algunos terapeutas parecen a veces sugerir, plantearse una vuelta a la función-sí mismo-relacional diluyendo la estructura-sí mismo-independiente (personalidad) Nuestra cultura impide diluir la personalidad y en este marco, como ya quedó dicho, esa disolución básicamente se da en psicosis. Perls habla de trascenderla; para mí esto significa ampliar el espectro y permitir la integración función-sí mismo-relacional/ estructura-sí mismo-independiente; para ello es necesario también flexibilizar la estructura-sí mismo-independiente: tornar más plástica la personalidad. En tales condiciones de posibilidad, donde la estructura-sí mismo-independiente y la función-sí mismo-relacional se integran, percibir se constituye en un acto antitecnológico, constituye una denuncia política.

Bibliografía
Aurbach, Erich. Mimesis. Fondo de Cultura Económica. México. 1996
Berman, Morris. El reencantamiento del mundo. Editorial Cuatro Vientos. Santiago de Chile. 1987
Descartes Meditaciones Metafísicas. Aguilar Buenos Aires 1973
Foulcault, Michel Las Palabras y las Cosas Siglo XXI Argentina 2002
Kohon, Leopoldo Juego Propio. Ed. Planeta. Bs. As. 1993
Merleau Ponty, Maurice Lo visible y lo invisible, Seix Barral, Barcelona, 1966
Perls F., Goodman P., Hefferline R. Terapia Gestalt. CTP Madrid. España 2002
Vinacour, Carlos. Antropología de las Neurosis. En Enfoque Gestáltico Año IX N° 27 Buenos Aires Otoño 2005 p.22-24
Vinacour, Carlos. Críticas al Concepto de Identidad. Conferencia presentada en el II Congreso Latino de Gestalt. Maceió - AL. Brasil 20-24 de Octubre de 2004

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